viernes, 10 de septiembre de 2010

EL CASO HOMBRES DE ACERO



En 1999, del 11 de abril al 25 de julio, el diario bogotano El Tiempo publicó entregas de una historieta titulada «Hombres de acero», basada en el cómic del publicista Carlos Alberto Osorio
Monsalve (Aguadas, Caldas, 11 de septiembre de 1956), de primera aparición en 1985. El breve paso de la historieta por la prensa nacional contrasta con el duradero vínculo del dibujante y
creador publicitario con el proyecto editorial ligado al sector militar. Según fuentes de la Cuarta Brigada de Medellín, hacia finales de la década del noventa,el eventual deceso de la historietase debió a un juicio contrario por parte de asesores involucrados en su desarrollo, en la medida en que el contenido historietístico, al igual que la evolución desordenada del programa del cual formaba parte, fue juzgado inmaduro.
Entre estas partes figuraba, de manera previsible, el cuarto grupo de operaciones psicológicas (PSY-OPS) del Fuerte Bragg en Carolina del Norte, Estados Unidos. Dentro de este marco, la experiencia de «Hombres de acero» queda ligada a la de historietas publicadas con el apoyo de las fuerzas armadas estadounidenses durante la posguerra y la guerra fría, destinadas a la idealización del quehacer militar, al igual que a esfuerzos recientes, como el empleo de fascículos de «Superman» y la «Mujer Maravilla» en campañas contra minas antipersonales, o la producción de cómics para niños del Medio Oriente, a distribuirse por efectivos del ejército en Irak2.
Este artículo propone una lectura del episodio de «Hombres de acero» publicado en El Tiempo, en el que se promueve un entendimiento reductivo de una disposición nacionalista, equiparando la complejidad de la problemática nacional a la de una confrontación con fuerzas nefastas, encarnadas en extremistas de orientación incierta y la furia enceguecida de primates manipulados mediante dispositivos electrónicos.
En este contexto, los comandos del ejército figuran cual adalides inmaculados de la patria, el honor y las buenas costumbres, confiriéndole una importancia desmedida a la filiación estatal.
De manera expansiva, la historieta valida las aventuras de estos miembros del ejército como forma legítima de narrar la nación. Buena parte de esta línea argumental, cabría anotar, nace de una necesidad de adaptación, dadas las vicisitudes de la producción cultural nacional.
No obstante, en el contexto del conflicto civil, de reconocida dificultad, semejante diagramación plantea riesgos de identidad de gran trascendencia, dada la restringida articulación de la colombianidad.

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